En 1942 se inició un gran trabajo de diseño moderno en el Archer, un cañón antitanque autopropulsado destinado a ser una solución provisional hasta que se pudiera encontrar una solución a tiempo completo. Montar el gigantesco cañón de 17 libras en el relativamente pequeño chasis del tanque de infantería Valentine fue un desafío que los diseñadores del Archer encontraron con una solución inusual: instalar el cañón de atrás hacia adelante, con el compartimiento de combate ocupando la parte delantera del vehículo. Usando proyectiles perforantes, podía derrotar a 192 mm de blindaje a 914 metros, suficiente para representar una amplia amenaza para cualquier blindado alemán de la época. La producción comenzó en 1944, y los Archers fueron entregados a las Divisiones Blindadas y de Infantería del Ejército Británico, que comenzaron a utilizarlos a partir de octubre.
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